domingo, 1 de febrero de 2015

¡OPA!

Imagino que muchos griegos estos días estarán lanzando esta exclamación, que debe ser algo parecido a nuestro olé, a los cuatro vientos. También imagino que otros muchos estarán, seguramente, nerviosos y preocupados por su futuro, algo que comprendo y veo muy lógico.

Mientras, Europa está en ascuas pensando por donde va a salir este nuevo gobierno dirigido por el señor Tsipras, un político joven que ha prometido muchas cosas, cosas que los griegos estaban deseando oír: impago de la deuda externa, subida de salarios mínimos, no a los recortes, no a la austeridad... En fin, una serie de cosas que son agradables a los oídos de los ciudadanos pero que yo hago mil cábalas pensando en como las podrá cumplir, máxime cuando el resto de los socios europeos ya están sacando uñas y dientes y, lo que es peor, los inversores están huyendo como almas que lleva el diablo.

¿Populismo o no populismo? esa NO es precisamente la cuestión que más me importa ahora. Lo que me preocupa es si realmente este tipo de políticos de última generación realmente son personas descontentas con el sistema pero bienintencionadas y que sientan realmente lo que dicen, porque si es así, el problema no sería tan grave, lo peor que podría pasar es que la maquinaria del poder diera al traste con sus buenas intenciones... Pero, ¿y si realmente simplemente son un atajo de oportunistas que lo único que quieren es seguir beneficiándose de las ventajas de los políticos y tomar el pelo a las personas que ponen sus esperanzas en ellos debido a la mala gestión de las políticas anteriores? Esto sería un auténtico desastre, porque si falla lo anterior y también lo nuevo, entonces, ¿en quién podríamos confiar?

Hoy solo puedo felicitar a los griegos por haber ejercido su derecho al voto y desearles toda la suerte del mundo. Han sido valientes y han elegido la opción que han creído más oportuna sin dejarse llevar por los malos augurios del resto de los países, y merecerían tener suerte. Ahora podremos decir que se han dejado ganar por falsas utopías, que seguramente les saldrá mal la jugada, pero no olvidemos que llevar a la gente a un límite es lo que tiene, luego se vota en consecuencia y se corre el riesgo de perder en la elección. Hitler no ganó con un golpe de estado, ganó en las urnas por una Alemania destrozada, humillada y sumida en la más negra de las crisis. Así que no critiquemos sólo los métodos de los que entran, seamos justos y si la jugada no sale bien juzguemos también el pasado y los hechos que han provocado esos cambios electorales.

De todo corazón, ¡MUCHA SUERTE, GRECIA!

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