miércoles, 25 de febrero de 2015

PONIENDO PICAS POR EL MUNDO

Ups!! Ayer se me pasó por alto un hecho histórico importante, aunque algo olvidado ya en el transcurso de la Historia, y es que verdaderamente me da mucha penita que esta asignatura tan interesante ahora esté tan poco valorada y haya pasado a ser tan de relleno como la música, las manualidades y etc. etc.


Foto tomada de WIKIMEDIA

Aunque mi cuadro de efemérides diga que hoy fue el día de la batalla de Pavía, es un lapsus, en realidad la batalla se celebró ayer. Sí, un 24 de febrero de 1525, nuestros flamantes (bueno no tan flamantes) Tercios —Esos mismos tercios que ponían la pica en todas partes, que subieron a los altares de la grandeza de España a gente como el duque de Alba; pero que luego tenían a los pobres soldados más muertos de hambre que a los perrillos callejeros— Esos ejércitos digo, hambrientos, harapientos, hombres que terminaban formando parte de la milicia por obligación o simplemente por pura hambre y desesperación; consiguieron vencer en las afueras de la ciudad de Pavía (Italia) al todopoderoso, flamante, brillante, encopetado, emplumado, algo pijo (que también hay que decirlo) y siempre bien entrenado y mejor pagado ejército francés.

El ejército francés era un buen ejército que poseía la mejor caballería de toda Europa, lo que pasa es que, a pesar de todo, no podía ganar en poderío territorial a nuestro Carlos I; V para los alemanes, que por derecho de nacimiento y ser nieto de quien era, que el hombre tampoco tuvo la culpa, todo le cayó como herencia je, je, je (las herencias les han dado problemas a más de uno). Así que Francisco I, rey de los galos, tenía cierta envidia y como ya andábamos como los buenos vecinos que hemos sido siempre con piques que si la Provenza es mía que si el Rosellón y la Cerdaña bla,bla,bla. Pues Francisco vio la posibilidad de hacerse con los terrenos italianos.

Y allá que fueron nuestros tercios, efectivamente, a poner la pica en otro lugar, que parece ser que no teníamos bastantes. Éramos pocos y parió la abuela unos terrenillos más, total...

Pues casualidad de casualidades, cuando los franceses vieron las pintas de nuestros soldaditos españoles y valientes, donde los haya, como que se carcajearon un pelín. Cuatro zarrapastrosos, morenos, bajitos, cejijuntos, con cara de no haber probado un Activia en la vida y oliendo a vino y a ajo para marear, no iban a poder ganar a tan brillante ejército con sus armaduras tan idem.

Pero, amigos, no contaron con la valentía y el arrojo de todo un veterano de la toma de Granada como fue Antonio de Leyva, ni con que aquel grupo de pobres ganapanes de poca monta tenían más arrestos, más tozudez, más voluntad y sobre todo más hambre y ganas de comer que toda su espectacular caballería y sus soldaditos bien alimentados y hechos unos figurines de pasarela Cibeles.

Así ganamos una batalla a la desesperada, porque si hay algo que nos distinga a los españoles, por eso quizá no nos entiende ni Dios, es que nos crecemos ante las adversidades, que bien comidos y alimentados y cuando no nos falta de nada somos de lo más pacífico y de lo más dejado del mundo, pero ¡ay! cuando nos quieren meter algo por la fuerza o nos jugamos las habichuelas no hay nada que se nos ponga por delante.

Eso le valió a nuestro emperador, que jamás montó un caballo en su vida, (que sí, que el de Tiziano no me vale porque eso fue una pura invención del pintor para dar más empaque a su obra) ganar a los franceses los territorios de: El Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.

Por el contrario, al primo díscolo, es decir a Francisco I de la France, solo le sirvió para quedarse más ligero de territorios (oye se mire por donde se mire, eso tiene sus ventajas) y una estancia de placer y a todo lujo de un año en nuestro Madrid querido, o el Madrid de los Austrias, como se prefiera. Eso sí el hotel no fue la torre de los Lujanes como siempre se creyó, sino el mismísimo Real Alcázar, situado en el mismo lugar donde ahora está el Palacio Real que a mi me gusta más llamarlo Palacio de Oriente ¡ea!, porque el Alcázar original se le quemó, varios siglos después ¡vaya por Dios! a Felipe V je,je,je, este diría que aquello como que no le traía buenos recuerdos y mejor quemarlo y hacer algo nuevo, así una Nochebuena de 17... no se cuantos, dijo que en vez de asar el pavo, mejor achicharrar el alcázar entero. 

En fin, así terminó uno de los hechos más gloriosos de nuestra Historia y si queréis pasar un buen rato recordando la batallita de marras no podéis dejar de leer el relato "Jodía Pavía" de Arturo Pérez-Reverte, os aseguro que es una maravilla, humor, ironía e Historia todo junto.


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