lunes, 13 de enero de 2020

DISIDENCIA REAL


No soy nada dada a los chismorreos y desde luego en mi casa no entran revistas de prensa rosa, es más, cuando voy de muy tarde en tarde a la peluquería prefiero pasar el tiempo jugando con mi móvil a ver las revistas medio rotas que decoran algún rincón del local. En definitiva, la vida de la gente y, más de los famosos, me importan entre poco y nada, a no ser que la noticia me genere algún debate social o despierte mi interés por motivos más importantes que el mero cotorreo insustancial.

Es por eso que no me puedo quedar impasible ante la noticia de estos últimos días, la renuncia de los duques de Sussex a sus privilegios reales, es decir, a solicitar su independencia de los asuntos de Estado, que, por su estatus, va inherente a sus personas. Esto está generando el revuelo esperado de la prensa y un debate polarizado en la sociedad, en el propio Reino Unido y desde luego en el resto de lo que conocemos como primer mundo, dudo mucho que a determinados países africanos o asiáticos les interese mucho este tema, al menos a nivel de calle.

El debate es: ¿eres pro o anti-Meghan? Porque lo que es una realidad es que, como siempre, la mujer es la que paga el pato, ya que se la está señalando como la única y auténtica culpable de esta situación. 

En este caso me considero muy pro-Meghan, faltaría más. A esta mujer desde que pisó el sacrosanto Buckingham Palace se la hizo una auténtica radiografía, comenzaron a mirarla de arriba a abajo, algo que siempre he detestado, los más puristas o clasistas (en este caso prefiero el segundo adjetivo) comenzaron a sacar punta a todo: que si era negra, que si plebeya, que si ex actriz, que si rebelde, que si era mayor que su prometido, etc. Ya tras la boda la cosa fue a mayores: que si el vestido de novia, que si su estilo de vida, que si demasiado cercana a su madre y el pasado de esta, la mala relación con sus hermanastros… En fin, un no parar atacando en lo más íntimo de una persona (mal por los desconocidos jueces que se permiten criticar lo que no debería ser criticable, pero fatal por su familia que se comportaron como unos auténticos —perdón por la palabra— cerdos).

He leído que entre las últimas críticas hay algo tan feo como referirse a su hijo cuando nació como mono, y en una cadena tan bendecida como la BBC, siempre con el temor que el niño se pareciera a su madre en el color de piel ¡Y qué! Un gran problema para algunos parece ser.

¿Es tan difícil de comprender que esta pareja esté hasta las narices de estos comentarios y vejaciones? Pero si hasta en una visita oficial Trump se permitió el lujo de mirarla con desdén. Perdón, pero yo Queen de todos los United Kingdom hubiese utilizado toda esa flema británica de la que ellos se sienten tan orgullosos y toda su diplomacia para mandar a este señor a reírse de su tupé naranja.

Dicen que la reina esta muy afectada y rabiosa por la decisión de su nieto, y ya muchas mentes clarividentes lo están comparando con la llamemos… deserción de su tío el duque de Windsor cuando por amor a Wallis Simpson renunció a su derecho al trono. No veo ningún paralelismo, lo siento. Eduardo dejó la corona plantada en un momento muy complicado de la Historia, no solo británica, también europea, en manos de su hermano menor, que ni había sido preparado para el trono, —y además tenía una tara física, la tartamudez— que complicaba la situación, volvemos al purismo real, aunque en mi humilde opinión resultó ser un buen monarca. Este hecho, señores, se llama abdicación, lo de los duques de Sussex puede ser hartazgo, independencia, pero nunca es comparable a lo que hizo el hermano mayor de su bisabuelo. Que hay que tirar de árbol genealógico para no equivocarse, ¡leñe! No se de qué se quejan ¿Será por pretendientes a la joyita que tienen guardada en la torre?

Harry no deja un trono empantanado, para eso ya está su hermano mayor, su señora esposa y toda su prole. De momento van tres y no dudo que puedan ser más, que a Kate la veo muy puesta en su labor de futura consorte, y seguramente no dudará en cumplir con sus obligaciones como mandan los cánones. No seré yo quien critique esto, siempre que sea algo acorde con su pensamiento y sus deseos y no una pose hipócrita e impuesta de señorita de la alta burguesía venida a más.

Si alguien está a disgusto o no se siente bien en su papel impuesto lo más honesto y leal es renunciar a ese tipo de vida e intentar vivir a su manera. Es mucho más honesto renunciar a sus honores de royals que vivir del cuento a costa de sus privilegios, o hacerse un Andrew, el hijo de la reina implicado en un caso de… ¿corrupción? ¡Oh cielos! Eso es dañar una institución, no renunciar a sus derechos, eso no es más que algo tan humano como reclamar la libertad de vivir como quieras intentando no dañar a nadie.

Para los que critican a esta pareja por faltar al honor y a sus obligaciones, para todos aquellos que se dejan llevar de tradicionalismos clasistas y caducos, voy a hacer mías unas palabras, de don Benito Pérez Galdós allá por el siglo XIX, un genial párrafo de su novela El Abuelo, cuando el protagonista, el conde de Albriz se entera que una de sus nietas no es hija de su hijo, sino de un pintor que fue el amante de su nuera,  el tutor de las niñas, ante las quejas del señor le dice: “¿Sabe lo que es el honor señor conde? Se lo voy a decir, el honor es una soberana mierda”.

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